29.03.2008
Tokio, Ciudad de México, Nueva York, Moscú y Bombay. Colosales concentraciones de edificios, vehículos y personas, cuyo reverso pocas veces se nos da a conocer. ’Megacities’ (1998), de Michael Glawogger, nos descubría esa otra realidad de las metrópolis. Ocho años después, Timo Novotny recogía parte del material no empleado en ese film y añadía casi un 70% de nuevas imágenes, rodadas por el mismo operador de cámara, Wolfgang Thaler.
De ahí surge ’Life in Loops’, el proyecto de live cinema que anoche pudimos disfrutar en el Teatro Alameda. Una sorprendente remezcla de imágenes en tiempo real, que les confería justo el ritmo que necesitaban. A medio camino entre la videocreación y el videoclip, no obstante el atractivo de ’Life in Loops’ deriva de su rodaje cinematográfico en 35 milímetros. Un acabado que nos recuerda al trabajo de cineastas que, de hecho, han alcanzado gran reputación gracias a sus vídeos musicales, como Michel Gondry o Spike Jonze.
Se puede decir que lo mejor de ’Life in Loops’ es que no parece una sesión de VJ. No contiene demasiados efectos, por eso nunca llega a saturar al espectador. Su fascinación proviene del modo en que hace fluir las escenas, enlazando pasado y futuro, y haciendo que todo se funda en el presente: rewind, fast forward, cámara lenta, zoom, desenfoque, superposición de imágenes. Una buena forma de aportar novedad al documental y, al mismo tiempo, una perversión de este género llamado a mostrar las cosas como supuestamente son.
En ’Life in Loops’, la temida sala de edición funciona, podríamos decir, en vivo, de ahí que el resultado siempre parezca nuevo y estimulante. Menos profundo desde el punto de vista antropológico pero tan seductor como el film de Glawogger, la remezcla de Novotny arroja pasajes muy intensos: el baile erótico de una show-girl, el de una madura pareja mejicana o el cuelgue de un camello neoyorquino. El único reproche a esta propuesta visual sería el de que, si bien su sentido estético queda patente a lo largo de todo el re-montaje, no ocurre lo mismo con su coartada conceptual; es decir, que no siempre llegamos a entender la elección de un determinado recurso o la intención que se esconde tras ella.
En lo musical, Sofa Surfers no marcan tanto la diferencia. Con Marcus Kienzl manejando la electrónica y las mezclas, y Wolfgang Frisch tocando bajo y guitarra en directo, la banda sonora de los austriacos sonó mucho mejor en los tiempos lentos, alejados de su estilo más reconocible: trip-hop y dub atmosférico a lo Massive Attack, con bases marcadas y un bajo penetrante, que por momentos resultaba demasiado convencional. Lo que sí trajo estupendos resultados fue el sonido directo que acompañaba a las imágenes, y que muchas veces era perfectamente integrado en la música, y hasta remezclado: los ruidos, voces, silbidos y cantos de la megaciudad.
Los asistentes, con ganas de más, solicitaban al final del concierto el regreso de Sofa Surfers al escenario. Muchos hubieran querido meterse en un loop que los devolviera al inicio del espectáculo, o a la mitad, o...