Las leyes de la Física

27.03.2008

Definida en Física como el "aumento de la señal de entrada en un sistema hasta que no se produce incremento en su efecto", se manifiesta en la sociedad actual como consecuencia del aluvión de imágenes y sonidos al que estamos expuestos. Una saturación que, no obstante, nos conduce por todos los estados de ánimo, del ambiente caótico-festivo que dejaba Doravideo a las oscuras introspecciones de Pan Sonic.

Después de la gran sorpresa provocada en otros escenarios europeos, Yoshimitsu Ichiraku presentaba en Sevilla su espectáculo Doravideo. A solas con su batería plagada de sensores, que la convierten en toda una herramienta audiovisual, el japonés ofreció una buena muestra de vídeo-basura, como si de un compendio de clips de YouTube se tratase. La pantalla se convertía en una gran trituradora de imágenes que mostraban la decadencia cotidiana del mundo contemporáneo: política, sexo, violencia, tradiciones, guerra.

La banda sonora a este amasijo visual la ponía Ichiraku con sus baquetas. Una sinfonía del caos absurda y bizarra, con bases breakbeat, momentos de thrash-metal, electro-pop y... música tradicional japonesa. Fondo sonoro para un espectáculo netamente centrado en la imagen. Doravideo encierra una sucesión de mensajes nada inocente, pese a su aparente falta de lógica, con la que trivializa los supuestos males del mundo actual. Su vertiente crítica podía resultar obvia, pero a los asistentes les quedó la ocasión de disfrutar con esta descerebrada remezcla elevada a la máxima potencia.

Aislados

Era difícil prever que Pan Sonic evocarían sus primeros trabajos, bastante más extremos y crudos que sus entregas recientes. Un retorno a las viejas formas que, en lo musical, venía marcado por las referencias al sonido industrial de bandas como Throbbing Gristle o Einstürzende Neubauten. Este discurso se veía completado con el uso de un osciloscopio, que incrementó el carácter físico y abstracto de la propuesta.

La sensación sugerida no podía ser otra que la de aislamiento. El tecno autista de Pan Sonic recorrió los 50 minutos de actuación, en ese difícil equilibrio entre el minimal y el puro noise en el que tan bien se desenvuelven los nórdicos. Tiempos lentos y pasajes opresivos se sucedían a lo largo -y ancho- de la sesión, a través de un glitch lóbrego, salvajes clicks & cuts y alguna alegría electro. Curiosamente, los momentos de mayor emoción coincidirían con algunos estremecedores silencios, intercalados en medio del chaparrón sónico. O la calma como único indicio de que alguna vez hubo tormenta.

Cierto: muchos de los presentes suspiraron aliviados cuando Pan Sonic concluían su intervención. Pero el hecho es que, también quienes habían disfrutado con el concierto, parecieron sentir esa sensación de sosiego. Lo que no hace sino conferir valor a su actuación como verdadera experiencia sonora, taquicárdica e incomunicativa. Mika Vainio e Ilpo Väisänen se marchaban del escenario como vinieron: con rostro severo y en silencio. El resto lo dejaron a la Física.

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