25.03.2008
“Cartografía de la escucha. Aire sonido y poder”. Chiu Longina es el director de este taller. Diez personas participan en el mismo. Sin embargo, reconocerlas, o más bien diferenciarlas a simple vista, no es tarea fácil. Todos llevan un mono naranja que emula a los presos de Guantánamo. Y esto no es azar: ésta fue la cárcel en la que se usó la primera vez las armas sónicas. Emulando a los usuarios denuncian el hecho de que ha habido y hay armas acústicas en el ejército de Estados Unidos.
Los diez participantes escuchan atentamente a Chiu. De vez en cuando miran a un proyector del que el director se sirve para ilustrar antiguas armas sónicas, que en aspecto poco se diferencian de cualquier arma convencional. Son enormes aparatos, a veces demasiado similares a tanques de combate, a veces a pistolas: al fin y al cabo, son armas. Ríen, debaten y aprenden. La actividad se contagia y al fondo del taller se reúnen oyentes que se interesan por la actividad, que por su interés invita a quedarse a quiénes pasan cerca.
Chiu cuenta que el taller se basa sobre todo en el estudio, en el acercamiento a las tecnologías de control social basadas en el sonido. Explica que éstas “permiten ejercer control del sistema sobre la ciudadanía sin que ésta se dé cuenta”. Sin embargo, “este tipo de tecnologías no están historiadas, y apenas se ha escrito sobre ellas, por lo que lo primero que tenemos que hacer es un acercamiento a la escucha”. Para ello, en el taller se hará un acercamiento a cómo la incorporación de nuevas tecnologías “ha ido en detrimento de la propia escucha y ha favorecido a lo visual”.
La “teoría” de este taller resulta novedosa y arriesgada, pero su contundencia aumenta con la parte más práctica. El taller al completo va a salir a la calle a hacer microacciones, todos vestidos de naranja, en las que advertirán a la ciudadanía de en determinados lugares hay dispositivos sonoros que le están controlando de alguna manera.
A apenas un par de metros del lugar donde se reúnen los participantes del taller de Chiu se sitúa el equipo del taller dirigido por Fran Illich, que lleva por título “Serialización e hipertextualidad: otra narrativa posible como proyecto sostenible en internet”. El ambiente en su zona dista mucho del anterior: predomina la concentración, la reflexión. Cada miembro se concentra en su papel, en su ordenador, inmunes a lo que se mueve a su alrededor. Si hubiera puertas, probablemente habría que haber colgado un cartel en ella que llevara por nombre “Silencio, estamos creando”.
Una de las participantes, María, tiene 39 años y es de Sevilla. Confiesa que “no tenía muy claro lo que me esperaba del taller”. Sin embargo, “está cumpliendo mis expectativas”. María cuenta que el taller le ha hecho cuestionarse “la creación de un mundo nuevo. De cómo el mundo podría cambiar hacia donde tú quieres que cambie”.
También resulta interesante la opinión de Enrique, otro de los alumnos de Illich. Al contrario que María, él ha venido desde Zaragoza teniendo muy claro lo que quería: aprender de Illich, del que ya conocía su trabajo. De momento dice que de los encuentros, se queda con el hecho de “haber conocido a sus compañeros y el olor a jazmín de Sevilla”.
María Ptqk es la directora del taller “Ni rastro de carmín”. El espacio de este taller es el más dinámico. Apenas llevan un día y medio de trabajo y ya han conseguido crear una atmósfera propia, familiar. Todas las paredes están llenas de recortes, de textos. Da la impresión de lugar lleno, vivo, donde el diálogo es el protagonista. Cada compañero comenta su punto de vista, y es común escucharles reír. Se les ve cómodos. “Hay dos chicas que conocen más de punk que yo, y otro chico que domina el comic. Cada uno explica lo que conoce, traen sus propios materiales, como películas, libros, textos, entre todos hacemos el taller”. Menos de diez horas juntos, ¡y ya son un equipo!
Pero éstas son tan sólo un pequeño puñado de visiones. Quedan todavía muchas para llegar al centenar. A lo largo de las jornadas del festival iremos añadiendo percepciones, inquietudes y demás sentimientos que puedan despertar los talleres. Esto es sólo el comienzo. Continuamos…